![]() |
ARGUEDAS, CANTO Y HERENCIA
Durante aproximadamente seis horas conversaron, pero sobre todo cantaron. Hecho esencial de este encuentro fue una labor, diríase pedagógica que Arguedas hizo para con María Rosa. Arguedas quiso repasar con ella algunas canciones indígenas que el le había enseñado unos años atrás. Entre enero y marzo de 1965, María Rosa Salas había estado alojada en la casa de José María y Sybila en Santiago de Chile. María Rosa se encontraba estudiando con Mirka Stratigoupoulu, profesora de la escuela de Música Antigua de la Universidad Católica de ese país . Dada esa vocación musical, entre las numerosas tardes y noches en que pasaban largas horas conversando, Arguedas decide enseñarle a cantar algunas canciones en quechua. María Rosa no sabia ese idioma, aunque si conocía bien su fonética puesto que su padre, el abogado ayacuchano, Julio Salas Dongo, amigo de Arguedas, lo hablaba entre su familia. En aquel encuentro cada sección de cada canto fue comentada y luego registrada. De esta manera Arguedas indico las inflexiones de la voz que se deben utilizar, por ejemplo para cantar "Lorocha", las cuales no estaban pautadas rígidamente. Arguedas explicaba la forma de interpretar las canciones utilizando metáforas. "es un alarido que lleva la vibración de la sangre,...este canto sale como brotado de la entraña misma de la tierra, el aire lo lleva al cielo, lo mezcla con las nubes...".
El acento en una de las huellas del idioma en tanto realidad eminente colectiva y que, aunque solo lo perciben los extraños, es capaz de sellar el sentimiento de pertenencia de una persona. La figura excepcional de Arguedas, excepcional en su autenticidad cultural, se manifiesta en la vivencia interior de determinados sentimientos y en su expresión exterior, a través del habla y del canto. A diferencia de tantos otros, en el no se trato de un "acercamiento" a la cultura indígena, o su reivindicación ni defensa compasiva, términos que remiten todos ellos a una relación exterior. Aquella tarde se ensayaron en total doce piezas, de las cuales se grabaron nueve.
Cuatro de las canciones habían sido también ensayadas en Santiago-Lorochay, Saruykuy,
Amapolay y Tuta Wayra-, lo cual dice mucho del significado que debían tener para
arguedas. La sesión se grabo en una grabadora portátil de cassette de José María y en
una grabadora de carrete pequeño semi profesional de Jesús Ruiz Durand, es
particularmente significativo que Arguedas tuviera la iniciativa de grabarlas. Al
despedirse Arguedas entrego el cassette a María Rosa quedando en volverse a reunir en
breve, alrededor de la música. Jesús conservó la cinta de carrete. Sin embargo ese
encuentro nunca tuvo lugar; como hemos dicho, seis días después Arguedas ejecuto la
decisión que ya había tomado de poner fin a sus días. La difícil elección , de la
cual hablaba en la carta final a Gonzalo Losada, finalmente tendría lugar. Fue aquella
reunión una despedida, conscientemente pensada como tal? En todo caso, esta grabación es
un documento casi único sobre la relación de Arguedas con el canto indígena.
Informes y Pedidos: Centro de Estudios, Investigación y Difusión de la Música Latinoamericana
de la PUCP. |